En 1930, John Maynard Keynes publicó "Las posibilidades económicas de nuestros nietos", un volumen que no ha perdido su vigencia, a pesar de que algunas de sus predicciones –la reducción de la jornada laboral a 15 horas semanales, aunque va por buen camino– estén muy lejos de cumplirse. ¿Cuáles son las prospecciones de estas mentes preclaras para nuestros bisnietos?
El profesor español de la London School of Economics, Ignacio Palacios Huerta, se ha propuesto el ambicioso proyecto de adivinar el futuro solicitando a los más prestigiosos economistas su opinión sobre cuál será la situación de nuestro planeta en 2114. El resultado es "In 100 Years: Leading Economists Predict the Future (MIT Press)", una compilación de 10 ensayos que
intentan desentrañar el futuro del ser humano, partiendo de la creencia de que, al fin y al cabo, “los economistas disponen de mejores herramientas que los escritores de ciencia-ficción para predecir el futuro”. Un puñado de temas se repiten a lo largo de la decena de ensayos, como el cambio en el mundo del trabajo y los sueldos, la brecha entre ricos y pobres, la naturaleza cíclica de las crisis económicas o las consecuencias económicas de las políticas radicales. El espacio público será el símbolo de las revueltas de la clase media, vivimos en un mundo de hipervigilancia, pero no a lo Orwell y prótesis que permiten tener sensaciones, entre otra avanzadilla.
La revolución de los derechos
Daron Acemoglu, autor de "¿Por qué fracasan los países?", junto a James A. Robinson, afirma que el siglo XX ha estado caracterizado por la participación de la masa en las decisiones políticas y en la conquista de los derechos sociales. De la posibilidad de extender dichas conquistas a un nivel global dependerán el resto de tendencias que sigan las sociedades emergentes. La posibilidad de subcontratación global y la deslocalización contribuirán a aumentar la brecha entre los países pobres y ricos aunque, al mismo tiempo, permitirán un crecimiento económico más rápido, tal y como ocurrió con China durante los últimos años del siglo XX.
Viviremos más, trabajaremos más
El aumento de la esperanza de vida en los países desarrollados obligará a adoptar nuevas políticas laborales. Si esta ha aumentado en 30 años durante el siglo XX, un crecimiento similar durante el siglo XXI puede llevar a nuestros hijos a vivir más de 100 años. El profesor de la Universidad Pompeu-Fabra y responsable de Economía del Gobierno de Cataluña, Andreu Mas-Colell, indica que probablemente ello conducirá a una vida laboral constituida por 30 años de trabajo intenso, seguidos por otro tanto tiempo de esfuerzo de menor intensidad.
Acabaremos con el cáncer
Angus Deaton, profesor de la Universidad de Princeton, sugiere que durante el siglo XXI la medicina quizá sea capaz de solucionar problemas como el cáncer, de la misma manera que la “revolución cardiaca” lo hizo durante los años setenta. Sin embargo, la esperanza de vida no aumentará, en su opinión, de forma tan sensible como otros creen, puesto que el brutal aumento producido en el siglo XX se debió a la reducción de las tasas de mortalidad infantil y posteriores descubrimientos tan sólo conseguirán “retrasar lo inevitable”.
Sólo nos veremos las caras para hacer el amor
El economista Alvin Roth consiguió el Premio Nobel en el año 2012 gracias a su teoría de la asignación estable y la práctica del diseño de mercados. Sin embargo, en su ensayo también aborda temas como la poligamia –considera que, puesto que nuestra vida con buena salud será mucho más larga, experimentaremos con diferentes parejas a lo largo de nuestra existencia– o la proximidad física, ya que cree que los sistemas de mensajería instantánea como Skype serán sustituidos por los hologramas realistas, y tan sólo necesitaremos la proximidad física para hacer el amor.
La competitividad humana aumentará aún más
Alvin Roth explica también de qué manera la apertura de mercados aumentará la competitividad entre empresas, pero también entre personas. “Aunque una mayor prosperidad no eliminará la competición, la gente tendrá más alternativas sobre cómo competir”, escribe el Nobel. “Para los que quieran competir, habrá desarrollos tecnológicos que los ayuden. Algunos de ellos, como las drogas que mejoran el rendimiento, ya están disponibles hoy en día, pero se perciben como repugnantes, una sensación que desaparecerá”.
El futuro dependerá de la gestión del riesgo
Otro de los Premio Nobel que participa en el libro, Robert Shiller, intenta repetir la profecía de "Exuberancia irracional", recordando que el crecimiento desmedido de la población, unido a una cantidad cada vez más limitada de recursos naturales, constituye un importante riesgo, al que hay que unir la proliferación de armas de destrucción masiva y de las tecnologías de la información, que pueden producir grandes desequilibrios en el mundo laboral.
Llega la era de los robots
“El mal sueño de una economía en la que los robots hagan todo el trabajo, incluso el trabajo de crear robots” parece estar cada vez más cerca, señala el premio Nobel de economía Robert Solow. Sin embargo, Mas-Colell o Edward Glaeser, de la Universidad de Harvard, tienen una visión más positiva sobre dicha posibilidad, que hará que desaparezcan los trabajos más duros y más mecánicos, algo que provocará un cambio en la educación, que se orientará a habilidades más emocionales.
El cambio climático provocará grandes migraciones
Detrás de todos estos vaticinios se oculta la preocupante posibilidad de que los efectos del cambio climático provoquen importantes flujos migratorios. La subida de las temperaturas puede hacer que grandes cantidades de terreno en Siberia o Canadá sean cultivables, lo que provocará que reciban nuevas olas de inmigración. Por mucho que algunos pensadores, como Glaeser, crean que es un proceso reversible, la mayor parte coincide en que no se están tomando las medidas indicadas para solucionarlo.