LA GRAN FAMILIA: LIBERALES SIN LÍMITE Y A MUCHA HONRA
“Libre, libre quiero ser; quiero ser, quiero ser libre”. Como un mantra que regresa cada año por primavera, el fantasma de la libertad sin límites recorre el mundo: los liberales. Liberales-progresistas, liberalesconservadores, liberales-libertarios, liberales contra los populismos que nos invaden: una fórmula con la que los partidos lavan su mala conciencia. Desde nuestro padre Adán, que como se sabe, era un enamorado del paraíso más utópico, hasta el propio Adolf Hitler, que ejercía el liberal-nacionalismo, el apellido liberal es la piel de cordero con la que se han revestido a través de la historia los radicalismo más extremos. La palabra liberal es una aportación hispana al mundo lingüístico occidental, junto a las de guerrilla y guerrillero. ¿Pero hay alguien ahí fuera que, además de creerse liberal, lo sea de verdad? Grandes días de gloria le han dado el octogenario Mario Vargas Llosa y la siempre incombustible Esperanza Aguirre a la familia liberal y lo que te rondaré, morena.
La palabra de moda es, estos días, liberal. Se la oye por todas partes, aplicada a los políticos y a las políticas más disímiles. Pasa con ella lo que, en los sesenta y setenta, con las palabras socialista y social, a la que todos los políticos y los intelectuales se arrimaban como ascua a su sardina, pues, lejos de ellas, se sentían condenados a la orfandad popular y a la condición de dinosaurios ideológicos.
La teoría liberal nace de situar al individuo y su interés propio por encima del supuesto bien común gestionado por el burócrata. Dar voz al ciudadano, dejar guiar su vida y defender a la persona frente a la masa. Desde este punto de vista, todos somos liberales. Lo que equivale a decir que, en realidad, nadie es liberal.
Repasando la historia política española del siglo XIX, el liberal-conservadurismo español nace del liberalismo de la Constitución de 1812 y cristaliza en los liberales moderados (frente a los exaltados, así se llamaban) y en la Restauración hasta Maura. Don Práxedes Mateo Sagasta fue el mejor representante del liberalismo transigente de la segunda mitad del siglo XIX, un liberalismo que no ha sido reivindicado por ninguna fuerza política de la democracia y que ha recibido una escasa atención por parte de la historiografía profesional.
El ánimo de libertad en el espíritu humano está –dicen sus defensores– en la raíz de los regímenes liberales. Además, es el único que realmente funciona. No es creíble, por ejemplo, que Tocqueville, cuando escribió su “Democracia en América”, estuviera pensando en defender a los más ricos. Exponía una realidad que tiene como primer resultado la creación de clases; pero, como segundo resultado, un movimiento entre ellas que limita los efectos nocivos del propio sistema. Por eso –aseguran– el sistema liberal siempre gana. Y las comparaciones con otros sistemas se hacen odiosas.
Izquierda liberal
Desde la izquierda, estas teorías no se sostienen. El sistema económico actual no es de libre mercado, aunque parezca lo contrario. Si el sistema económico fuese de libre mercado tendríamos dinero honesto y no habría instituciones antiliberales como los bancos centrales, el Banco Mundial o el FMI, ni tampoco habría barreras arancelarias contra las exportaciones de los países pobres. Y los países ricos no podrían tampoco acumular déficits comerciales con países emergentes, algo sólo posible por el actual uso de dinero fraudulento, un elemento clave que, por cierto, es el principal factor causal del aumento de la desigualdad entre ricos y pobres.
No hay países subdesarrollados, sino países subdesarrollantes.Y, en estos últimos, los hay tanto de ideología liberal como socialistas. Indudablemente que estas políticas desigualitarias e injustas nos lleva a pensar que las ideologías se utilizan las más de las veces como pantallas de acción mediática y electoral de los gobiernos que nada tienen que ver con la realidad de los hechos concretos: políticas egoístas -cualquiera que sea las ideas que se proclamen– dirigidas a mantener el bienestar colectivo de las sociedades desarrolladas.
En esta pérdida de identidades, el profesor Manuel Escudero abordaba en su libro “Homo globalis. En busca del buen gobierno”, la pérdida del pensamiento socialdemócrata en favor del neoliberalismo y la búsqueda de un progreso que no derive en injusticias económicas y sociales. Una tesis que defiende el profesor John Gray, Profesor de Pensamiento Político de la London School of Economics (LSE), autor de textos muy significativos y de estudios sobre John Stuart Mill e Isaiah Berlin, al insistir en que liberales y neoliberales tienen doctrinas incompatibles y vislumbraba la anarquía como principal amenaza a la libertad. Una interpretación que muestra la fragilidad de un Estado que crea una época parecida a la era tardomedieval.
Efectivamente, Gray ya no pertenece al mundo de los neoliberales, de los conservadores, de la nueva derecha. ¿De quién es Gray, que tampoco se reconoce en las filas de la socialdemocracia? En este nuevo libro, titulado expresivamente “Las dos caras del liberalismo. Una nueva interpretación de la tolerancia liberal”, el autor de “Liberalismo” sigue su peculiar transcurso de alejamiento de los abusos que condujeron al liberalismo a partir de los años ochenta del pasado siglo a devenir en una especie de fundamentalismo. Aunque no lo califica así, Gray distingue entre el liberalismo y el neoliberalismo, siendo este último el que se ha acercado a ese fundamentalismo. "Igual que el marxismo de los años treinta, los neoliberales contemporáneos son discípulos involuntarios de una ideología positivista ya definida".
En él, el profesor británico se manifiesta contra un pensamiento único que impregna tanto a los neoliberales como a los socialdemócratas: las ideas y los movimientos políticos de los países occidentales están empeñados en la construcción de una sociedad global en la que las instituciones y los valores de Occidente alcancen vigencia universal. Ahora, en “Las dos caras del liberalismo”, John Gray arranca de un dilema liberal, con dos filosofías a su parecer incompatibles: los neoliberales defienden que el liberalismo es una teoría del consenso racional que permite alcanzar el mejor modo de vida posible a toda la humanidad; los verdaderos liberales entienden que el liberalismo es el proyecto de búsqueda de unas condiciones de coexistencia pacífica entre diversos regímenes y modos de vida.
El centro liberal
La derecha se identifica con algunos conceptos del liberalismo, más que todo en el plano económico. Normalmente la derecha plantea libre comercio con el extranjero y un estado reducido internamente, con pocas regulaciones. Los aspectos sociales del liberalismo, tales como libertad personal y de expresión, son menos defendidos por la derecha tradicional. América Latina es un buen ejemplo de las políticas liberales de nuevo cuño, de cuya aplicación el escritor Mario Vargas Llosa es su más encendido defensor.
El centro se identifica con las posiciones eufemísticamente llamadas pragmáticas, es decir, posiciones sin fundamento teórico, sino más bien dictadas por la conveniencia del momento. Es por ello que el centro es más bien una mezcla de indecisiones, de aquellos que reconocen que el izquierdismo en general y el color rojo son un desastre, pero no se atreven a adoptar un modelo económico completamente libre de la coerción del estado, bajo la excusa que el mercado "necesita correcciones".
Es cierto que algunos dirigentes del PP abrazaron las ideas neoconservadoras, probablemente porque creían que iba a convertirse en la ideología dominante del Siglo XXI. Aunque aparece cada vez más alejado del éxito, más próximo al fracaso, sigue siendo el pensamiento que expresaba Aznar y que, lógicamente, mantiene hasta que la manzana caiga por su peso. Y eso que el ex presidente del Gobierno y presidente de la Fundación FAES, se metió a editor para eso: con la editorial Gota a Gota. La nueva editorial pretende dedicar una especial atención a la historia del liberalismo, sobre todo en España, de ahí que el propio Aznar señale que “la idea de la libertad como motor de las sociedades abiertas estará presente en todos los textos que publiquemos”.
En ese sentido, en sus primeras palabras y refiriéndose a la “pasión por la libertad” de Raymond Aron, el presidente de FAES y presidente de honor del PP reclamaba para su partido la herencia de esa pasión, y afirmaba que “hoy estamos aquí para decir alto y claro, de palabra y por escrito, que quienes no somos socialistas ni de izquierdas, sino centristas, liberales y moderados, podemos sentirnos muy orgullosos de nuestra herencia intelectual y cultural”.
Siempre se ha dicho que el daño que Aznar le hizo a la derecha democrática en su segunda legislatura es incalculable, y cuanto antes las gentes de esa derecha asuman la realidad y rectifiquen, mejor para todos. Los centristas – el ala más centrado de Rajoy, Ciudadanos– están obligados a desaznarizar al PP, a liberarlo de la costra de esa derecha conservadora de talante cínicamente dialogante cuando se ve obligada a ello, pero que deja ver su raíz autoritaria en cuanto dispone del poder en solitario, y a hacer de él el partido de las nuevas generaciones capaz de enarbolar la bandera de la regeneración democrática y las reformas liberales, con el norte puesto en hacer realidad una España abierta, más próspera, más solidaria y menos corrupta, también más convencida de la importancia de su papel en el mundo actual.
Pero no parece que ése sea el escenario actual en España. El intento de replicar a Bush en España en la figura de Aznar quedó sólo como una caricatura que, aunque condicionó y limitó la actuación de Rajoy, difícilmente pudo reflejar el pensamiento dominante en los dirigentes, los militantes y los electores del PP. Además, si ese tipo de pensamiento merece la categoría de ideología o, por el contrario, debe considerarse una no-ideología.
Pero, como vemos en estos días en el debate americano, esas ideas tienen como corolario un brutal asalto a los principios -esencialmente liberales- que inspiraron a los padres fundadores. Con los neocons, siguió la desigualdad y se produjo también un asalto a las libertades individuales y colectivas, y un deterioro de la democracia y la separación de poderes -incluyendo la dimensión religiosa-. Todo ello sin olvidar las implicaciones del debate sobre el papel de EEUU en el mundo y el poder USA, un debate marcado por la evidencia de los resultados de la guerra de Irak y sus dramáticas consecuencias.
Liberal libertarios
La clasificación tradicional de derecha e izquierda es incompleta, como lo evidencia el caso de los libertarios, quienes en algunos aspectos aparecen como derecha (económicos) y en otros como de izquierda (sociales). ¿No serían entonces los liberales más bien de centro? Cuadratura del círculo.
Pero, visto más ampliamente, es un programa liberal libertario en el sentido que, además de sacar al Estado de los asuntos económicos, también se pretende sacarlo de los asuntos personales y sociales de la gente. En fin, el liberal piensa que el más calificado para resolver sus propios problemas es el individuo.
Fernando Savater, catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid ya jubilado y pasado a nuevas derivas ideológicas en la actualidad escoradas a una derecha intelectual proveniente de la vieja y radical izquierda, destacaba el desarrollo de una nueva patología ideológica en Europa: el hiperliberalismo, quizás la primera documentada en el siglo XXI, aunque sin duda se haya venido gestando en las dos últimas décadas. Según él, se trata del morbo pendularmente opuesto al de la época totalitaria, el cual consistía como recordamos en negar al individuo en nombre de la colectividad que supuestamente le definía, fuese la clase, la nación o la raza. Lo que ahora emerge es la figura de un individuo puro, sin más ancestros que los que elige tener y sin otra reivindicación que lo que considera su identidad, en cuya singularidad estriba su proyecto político.
Y afirmaba en su día que el verdadero reproche contra el Gobierno de Aznar debiera ser el de haber acelerado el debilitamiento neoliberal progresivo de las funciones públicas del Estado. El hiperliberalismo ya no sirve de refuerzo a la democracia, sino que cuestiona cualquier planteamiento de orden colectivo: “Ya no estamos amenazados por el Estado total, sino por la derrota del Estado ante el individuo total”. Para contrarrestar esta peligrosa deriva, parece que ha llegado el momento de reevaluar el potencial político de las naciones europeas, “que no sólo comportan la rivalidad y el enfrentamiento; implican también la posibilidad de un universalismo no imperial, fundado sobre el descentramiento y el sentido de la diversidad de las encarnaciones de lo universal”.
Liberalismo solidario
En definitiva, la ley del mercado no es suficiente, a pesar de que la progresía, de centro izquierda y centro derecha, se empeñe en lo contrario. El liberalismo, por sí sólo, sin solidaridad, no puede traer la ansiada justicia social. Al final, el liberalismo termina en capitalismo desde el momento en que, a partir de la libertad de iniciativa, acaba generando no una sociedad dual entre lo privado y lo público, sino algo mucho peor: una sociedad dual entre lo grande y lo pequeño.
De la propiedad privada individual y familiar hemos pasado a una economía controlado por las multinacionales, cuyo único espíritu de gestión consiste en reducir costes, no en aumentar ingresos ni en prestar servicios. Es decir, la falta de solidaridad de la que hablaban Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora más el papa Francisco..
Y de la misma forma, el Papa relaciona solidaridad con globalización. ¿En qué sentido? Pues muy sencillo. Para algunos, liberal y liberalismo tienen una exclusiva connotación económica y se asocian a la idea del mercado y la competencia; para otros, es una manera educada de decir conservador e incluso troglodita.
Muchos no tienen la menor sospecha de lo que se trata, pero comprenden eso así, que son palabras de fogosa actualidad política, que hay por lo tanto que emplear, exactamente como en los cincuenta había que hablar del compromiso, en los sesenta de alienación, en los setenta de estructura y en los ochenta de perestroika.
Lo cierto es que el pensamiento liberal estuvo siempre contra el dogma –contra todos los dogmas, incluido el dogmatismo de ciertos liberales– pero no contra la religión católica ni ninguna otra y, que más bien, la gran mayoría de filósofos y pensadores del liberalismo fueron o son creyentes y practicantes de alguna religión. El liberalismo cree en la propiedad privada como derecho inalienable de la persona. El problema es que, sin solidaridad, sin considerar antes que nada a esa persona, el liberalismo se convierte en capitalismo feroz, de la misma forma que, sin amor, el erotismo –con pasión fuerte o sin ella– se convierte en mera pornografía, o en mera prostitución. Una descripción más apropiada de las preferencias políticas vendría dada por un plano, en vez de una línea, cuyos ejes serían el grado de defensa de la libertad económica y el otro el de la libertad personal o social. Dicho diagrama se llama Gráfico de Nolan.
En definitiva: la condición humana no exige más respuestas que las morales, las que aseguran la libertad y felicidad humanas.
¿Qué clase de liberal es usted?
El liberalismo del siglo XX pretendió desarrollar a ultranza su dimensión económica y el resultado es que el crecimiento se hizo a costa de la quiebra cuando no el desmantelamiento de los mecanismos de corrección protección y redistribución –como en el Reino Unido– y de un aumento profundo de la desigualdad.
En Europa, actualmente, los partidos liberales no responden a un mismo patrón: no es comparable el FDP alemán a los Lib-Dem británicos, hay enormes diferencias entre los dos partidos liberales holandeses. El resto de los países, carecen prácticamente de representantes de esta ideología ya trasnochada.
Liberales. Economistas y estudiosos como: F. A. Hayek, Hans-Hermann Hoppe, John Locke, Ludwig von Mises, Robert Nozick, Karl Popper, Ayn Rand, Jean-François Revel, Murray Rothbard, Adam Smith, Lysander Spooner, P. T. Bauer, Böhm- Bawerk, Henry Hazlitt, Frederic Bastiat, Julian Simon, Thomas Sowell, Milton Friedman, David Friedman. Políticos como Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Y escritores como Robert Heinlein, entre otros muchos.
Antiliberales: Los conservadores elaboran esta relación con ideologías, políticos y pensadores que más en contra han estado de los ideales liberales. Ideologías: Socialdemocracia, Ecologismo, Islamismo, Antiglobalización, Comunismo, Nazismo, Anarcosocialismo. Pensadores: John Rawls, Karl Marx, Lord Keynes. Propagandistas: Noam Chomski y Michael Moore. Políticos: Fidel Castro, Hugo Chávez, Salvador Allende, Augusto Pinochet.
Europa: En Europa, son Angela Merkel y el presidente de la Comisión, Durao Barroso, los que más defienden las teorías liberales. El estilo de la nueva canciller germana se ha comparado con el de Margaret Thatcher por la batería de reformas sociales que plantea.
España: Rajoy, como representante liberal de centro, anuncia siempre que la próxima Convención prestará especial atención a definir el perfil ideológico del PP. Pero en el ruedo ibérico suele abundar lo que se llama el liberal cañí: “¡Usted no sabe con quién está hablando! ¡Yo yo soy un liberal!”.
Liberales. Dos políticos neoconservadores, como George W. Bush y José María Aznar. Y dos escritores de distinto signo liberal, conservador Mario Vargas Llosa y libertario Fernando Savater.
Instituciones liberales
Cato InstituteCato Institute. La Fundación de estudios públicos liberal de mayor importancia académica, actualidad teórica y recursos. Entre sus académicos asociados se encuentra el reciente novel de economía Vernon L. Smith. Con sede en Washington, D.C..
Fundación Atlas para una sociedad libre. Fundación argentina difusora de los fundamentos morales de una sociedad libre, promoviendo los principios de libertad individual, economía de mercado y gobierno limitado.
Publica LibreMente y Mercado Libre. Liberalismo.org. Este sitio español nace con el objetivo de convertirse en el punto de encuentro de todos los liberales hispanohablantes. Su arquitectura y contenido están a la altura de sus pretensiones. Instituto del Ciudadano. información del Instituto del Ciudadano del Perú contiene información sobre las actividades liberales que se realizan en diferentes ciudades peruanas y una selección de artículos de liberales latinoamericanos.
CISLE. El Centro de Investigaciones Sobre la Libre Empresa, radicado en México, es una entidad sin ánimo de lucro con el objetivo de promover los principios de la libre empresa.
Cedice. EL Centro de Divulgación del Conocimiento Económico, con sede en Caracas, Venezuela, es una organización privada y sin fines de lucro, ligada a las federaciones empresariales venezolanas, que promueve la libre empresa y difunde la Escuela Austriaca de Economía.
Fundación Internacional para la Libertad. Liderizada por Mario Vargas Llosa, se autodefine como de defensa y promoción de los principios de la libertad, la democracia y el Estado de Derecho.
IDELCO. El Instituto de Estudios de Libre Comercio es un centro de análisis económico y de discusión de políticas públicas que defiende los principios del libre comercio y las reglas de la libre competencia.
Objetivismo.com. Página sobre Ayn Rand y su filosofía, el objetivismo, que engloba al liberalismo y atiende otros ámbitos (metafísicos, éticos e, incluso, estéticos).
El imperio de los neocons, hoy tan en desuso
El término y el concepto de los neocons se puso de actualidad y lo utilizaron profusamente los norteamericanos para designar a los ‘conservadores del siglo XXI’. Sin embargo, a pesar de que ha sido ahora cuando la palabra se ha puesto de moda, el origen de los neocons tiene sus años.
Desde su llegada al poder en 1980, Ronald Reagan ejemplificó bastante bien, junto a su homologa británica, Margaret Tatcher, el significado de esta palabra, cuyo germen se encuentra en las ideas del profesor de la universidad de Chicago: Leo Strauss. Según él, los gobernantes tienen que darse cuenta de que no existe moralidad, sólo un derecho natural, un derecho que les permite mandar sobre el resto.
Fue él quien comenzó a defender la idea de la guerra preventiva de Estados Unidos como árbitro mundial y, en consecuencia, de la necesidad de promover la carrera armamentística durante la guerra fría. Espigando algunas otras ideas de relieve más singular en un libro de 1999 que Kristol escribió sobre el Neo-conservadurismo, se pueden leer cosas como que “el mayor hecho político del siglo XX ha sido la muerte del socialismo”, que “un neo-conservador es un liberal sacudido por la propia realidad” o que “los neo-conservadores se distinguen de los conservadores tradicionales en que éstos son excesivamente pragmáticos y conformistas, poco interesados por las cuestiones morales y más movidos por el objetivo de echar hacia delante los intereses económicos de la sociedad posindustrial que por el objetivo de promover una golden age.
¿Diferencia entre los neocons y los liberales o los simplemente conservadores? Su firme creencia en que hay que impulsar los valores democráticos mediante el uso de la fuerza. Por este motivo, el punto principal de sus ideas es que hay que combatir con dureza al que consideran el gran peligro actual: el terrorismo islamista y los populismps, sean del color que fueren. A la cabeza de esa lucha ha de estar la fuerza militar de EEUU.
El elemento religioso, como el reciente rechazo a las teorías darwinistas y el regreso al origen bíblico del hombre, va también unido a las ideas de los neocons en Estados Unidos. Son intelectuales que, desde sus think-tanks, tan importantes como el American Enterprise Institute o el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés), ejercen enorme presión en problemas como el de Oriente Medio.
George W.Bush no era exactamente un neocon, pero se dejaba aconsejar por ellos. ¿Que quiénes son ellos? Richard Perle, Irving Kristol, Elliot Abrahams, Daniel Pipes o Nathan Sharansky son alguno de los destacados representantes de este pensamiento. En el ámbito cultural, Tom Wolfe y Oriana Falacci son los más conocidos.
Otro importante ensayista que ha defendido desde sus textos las ideas de los neocons es Francis Fukuyama, un experto en política económica mundial que tuvo un enorme éxito con su libro “El fin de la historia” y defendía que la caída del comunismo y el triunfo de las democracias liberales suponía el fin de las ideologías, el fin de la historia. Diez años después publicaría “La gran rupture”, un ensayo en el que corrige en parte las ideas expuestas en el anterior libro, apartándose del liberalismo más radical. Fukuyama se califica a sí mismo neoconservador, pero un neoconservador moderado que se desvincula de la política de Bush.
Otro neocon, Robert Kagan, en su ensayo “Poder y debilidad. Europa y Estados Unidos en el nuevo orden mundial”, hace una comparación entre EEUU (el poder) y Europa (la debilidad): Europa vive protegida por la creencia en la paz perpetua y deja los trapos sucios a Estados Unidos. Halcones depredadores frente a inmaculadas y blanditas palomas. Todo un reto para los nuevos tiempos que se avecinan.