Un nuevo orden mundial...precario

¿No es una verdadera maldición la pobreza?¿Vamos de los amores sucesivos a los amores simultáneos?. El pensador, economista y filósofo francés Jacques Attali vaticina un mundo poderosamente agitado, no sólo por la libertad –no por la igualdad, ni por la responsabilidad, ni la lealtad, ni la virtud– sino por las fuerzas económicas y sociales de lo precario: trabajo precario, parejas precarias, amores precarios, lugares precarios, objetos precarios. ¿Qué proyecto político o religioso podrá dar sentido y dirección a estas nuevas y poderosas emergencias de nuestro futuro próximo?. Vendrá el Gobierno Mundial, aunque no se sabe si antes, después o en lugar de una guerra.Y regresaremos de nuevo a la etapa primigenia del ser humano. el nomadismo.

A Jacques Attali le obsesionaban particularmente la religión y el dinero, los viejos valores que echaron los cimientos de Occidente y que son hoy los mismos que desgarran a Europa. En las 600 páginas de su libro sobre “Los judíos, el mundo y el dinero”, se peleaba con temas que volvía más tarde en una conferencia sobre “Los valores de Europa”, en el salón de su vieja Escuela Politécnica, donde un día recibió e impartió clases. Attali parte del hecho de que el mundo de hoy –el mismo que asistió a la caída estrepitosa de las Torres Gemelas y asiste todavía al desafío de una cohorte terrorista alimentada por una visión escatológica del islamismo– es incomprensible sin colocar juntas las que él considera “las dos fuerzas mayores de la contemporaneidad”: la potencia económica –con su lógica– y la potencia religiosa –con la suya–.

Para Attali, los judíos están, como siempre, en medio. Primero, porque “inventores del monoteísmo”, tuvieron la ocasión histórica de fundar miles de años después el capitalismo, antes de crear el primer banco para algunos y convertirse para casi todos los demás en el enemigo público más visible. “El atentado del 11-S sobre las Torres Gemelas es una metáfora trágica del encuentro entre lo económico y lo religioso”. Attali se cuida mucho de no dejar caer en el olvido su tesis sobre la marcha. En su ensayo sobre los judíos, cuenta que la creación de riqueza y el amontonamiento de oro ha sido para estos seculares fundadores del monoteísmo la verdadera buena nueva, el evangelio genuino y revelador de la gracia de estado o del estado de gracia con el que Dios distinguía a sus verdaderos adoradores según espíritu y ley. Un verdadero escándalo para las patrias cristianas e islámicas de acogida, las otras dos religiones del libro para quienes la riqueza del republicano o de Epulón fue durante cientos de años una maldición.

El dinero como problema

Pero, “¿no es la verdadera maldición la pobreza?”, se pregunta Attali. La religión judía permitió durante mucho tiempo los préstamos sin intereses entre judíos y con intereses más o menos razonables a los demás, un tratamiento ambiguo que dio alas a la picaresca cristiana, como se revela candorosamente en la historia de los viles burgaleses judíos del “Cantar del Mío Cid” y en la novela “Ivanhoe”, de Walter Scott.

Así que, confinados y lucrados a la vez en el rol impuesto de prestamistas, si no lo inventaron ellos mísmos sí consagraron el cheque, la letra de cambio, el billete de banco, el aval y otras fundamentales y sagradas prácticas nacientes del día a día del quehacer capitalista; alimentando y alimentados, en su gueto financiero por la nueva revolución económica, buscados y forzados al nomadismo que, muy comprensiblemente, les hizo proclives a la especial posesión de bienes asimismo nómadas y transportables, las riquezas mobiliarias, más llevaderas en los tránsitos y cuyo trasiego histórico conllevó la otra circulación de los valores, de los dineros y de las ideas.

¿Por qué habrá hoy tan pocas grandes empresas judías?, se pregunta Attali. En parte, contesta en sus conferencias con otras preguntas al hilo de la cuestión: “¿Ha perdido su identidad el pueblo judío?” “¿Podrá sobrevivir Israel sin una gran diáspora y sin su ancestral nomadismo?” “¿Están perdiendo los judíos su alma?” Cuestiones de filo perverso como corresponden a la pasión de un visionario nacido en Argelia y educando a fondo en la “claridad” cartesiana de que se vanagloria todo buen francés.

Ingenio el de Jacques Attali siempre fronterizo, no tan convertido a los valores consagrados como el ingenio, más integrado en el sistema, de su hermano Bernard Attali, presidente de Air France y encopetado ejecutivo. ¿Qué pensará el hermano gemelo Bernard del fervor con que Jacques habla de la “segunda religión francesa”, de “la financiación de las mezquitas en París, Lyon y Toulouse” y de “la falta de una burguesía musulmana en Francia?”.

Pero no es esa preocupación por las relaciones de la religión, el dinero y el Estado el objeto único de las diatribas – a él no le molesta que a veces califiquen así el fervor de sus conferencias y artículos– de Attali. También le preocupan la familia y los espacios más resistentes de la sociedad civil, dentro del atenazador gigantismo del Estado moderno y del gran Mercado. Doctor Honoris Causa por la Universidad de Kent y de la de Haifa, miembro de la Academia Internacional de las Culturas, fundador en 1984 de un programa europeo sobre las nuevas tecnologías, el programa Eureka, responsable, entre otras cosas, de la puesta en marcha del MP3, Attali suele decir que “cada época tiene algo tan singular que hasta puede escucharse.” Y parece que últimamente se ha empeñado en auscultar el tic-tac del corazón de la sociedad civil y particularmente los lazos de la convivencia familiar.

Familia y monogamia

Después de ser catalogado como el Maimónides del siglo XX, ser diez años asesor de Mitterrand y otro tiempo del gobierno mejicano, de ser el primer presidente del Banco Europeo de Desarrollo (BED), este hijo de un joyero sefardí en Argelia se despacha últimamente –otoño de 2005– hablando precisamente de familia y monogamia. Al pensador Attali le parece que las actuales convenciones sentimentales y amorosas mutan. ¿Le parece hoy imposible a un ciudadano de a pie que pueda existir alguien apasionado por más de una persona al mismo tiempo? Es una de sus preguntas favoritas. Si bien es cierto que la monogamia tuvo razones económicas –la transmisión más segura de propiedades– y que la monogamia protege mejor a las mujeres de los “excesos masculinos”. ¿No se están disolviendo esas razones ante el nacimiento avasallador de nuevas realidades emergentes como “la demanda insaciable” de transparencia que alimentan la democracia y el mercado, como el cada día más allá de las libertades individuales, como la separación creciente de la vieja amalgama amorsexualidad- reproducción? Si la mayoría de los grupos sociales acepta ya las relaciones amorosas sucesivas, ¿cuándo se normalizará el amor simultáneo, el amor a personas diferentes a un mismo tiempo?

Un artículo de Attali en L’Express afirmaba que si “hace 200 años nadie hubiese adivinado la legislación del divorcio o de la franca homosexualidad –no digamos ya el matrimonio gay–, como tampoco la irrupción del arte abstracto o el jazz, “tampoco que no sobrevivirá la monogamia”. En otras entrevistas Attali se seguía preguntando si se podría decir que es ya, hoy, en la práctica “un éxito social” la monogamia. Lo que no significa que se vaya a volver a la poligamia. “Ni una ni otra van a permanecer como ideales en la sociedad”. Para el iconoclasta Attali, vamos de forma resuelta hacia una nueva concepción –radicalmente distinta– de las relaciones sentimentales y amorosas. ¿De los amores sucesivos a los amores simultáneos?

Regreso a los orígenes

Y del análisis microsocial, al macro. Nuevos procesos sociales que afectan a nuestra propia idea de “naturaleza humana” estarían en curso. Por ejemplo, “está cambiando una forma de vida secular, la existencia sedentaria, organizada durante siglos en torno a naciones con frontera”. Parece que regresaremos a lo que había hace 5.000 años, “cuando los hombres eran nómadas”.

Las tres formas ya visibles actualmente de nomadismo, el de los ricos, que tienen acceso a la tecnología del movimiento; el de los entre 3.000 y 4.000 millones de individuos, que van a tener que moverse sin parar para poder comer y sobrevivir; y el tercer nomadismo particular de otro grupo de unos 1.000 millones de clase media, los turistas, a la vez consumidores de los productos más pasivos. Un mundo, como se ve, poderosamente agitado no sólo por la libertad –no por la igualdad, ni por la responsabilidad, ni la lealtad, ni la virtud– sino por las fuerzas económicas y sociales de lo precario: trabajo precario, parejas precarias, amores precarios, lugares precarios, objetos precarios. ¿Qué proyecto político o religioso podrá dar sentido y dirección a estas nuevas y poderosas emergencias de nuestro futuro próximo?

También para este interrogante guarda Attali un as solventador de la jugada: vendrá el gobierno mundial, un combinado salvador que fusione el actual Consejo de Seguridad de la ONU con el G-8, aportando las presencias –hoy ausencias– de África y América Latina. Bajo tal Alto Mando, los poderosos brazos institucionales del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial del Comercio (OMC). Una “soberanía planetaria”.

Al profeta Attali no le caben dudas de que esto ocurrirá, aunque no sepa si “antes, después o en lugar de una guerra”, nada descartable. Razones para la sensatez de buscar al cabo una salida de esta envergadura habría varias: como que habrá que evitar, de alguna forma, que “este mundo les estalle a los ricos en la cara”, o que al espíritu lucrativo de Occidente ya se le ha ocurrido este sencillo razonamiento: que más que luchar por salvar un mercado de 800 millones de solventes, valdría más que las empresas vean las posibilidades que representan 4.000 millones de pobres “que sólo quieren poder consumir”. La solución hoy o mañana; Attali tampoco lo sabe.

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