Ellas son ricas y ellos cazan…fortunas

Ellas son ricas y ellos no tanto. Ellas son tontas y ellos muy listos. Ellas venden su cuerpo y ellos cazan...fortunas. Tiempos pasados. Además de llevar pantalones, hoy las mujeres hacen, gestionan y disfrutan de grandes fortunas sin tener que someterse al imperio de la ley masculina. Pasaron ya los tiempos en que los varones eran insustituibles y las mujeres intercambiables.

El chileno y bon vivant Cote Evans decía que ellos –los chilenos- no son seductores tan lenguaraces como los argentinos, aunque “todos queremos una mujer rica, con patrimonio, tradición familiar y que sea exitosa en el mundo del trabajo para que nosotros nos dediquemos a lo que nos gusta, que es guevear". ¿Más claro?.

Jorginho Guinle, un brasileño que abandonó este mundo a los 88 años en un hotel de los de más nombre en Río de Janeiro, el Copacabana Palace Hotel, en donde vivía a falta de un duro a título honorífico, porque el dicho hotel había sido sucesivamente construído, regentado y vendido por su familia, pensaba también que los cazafortunas y seductores de ayer desaparecerían sin herencia digna, porque él, a quien algunas esquelas de homenaje llamaron el último playboy, había conocido “no más que en citas íntimas” a Marilyn Monroe, Rita Hayworth o Anita Ekberg, y se había puesto ciego de champagne en compañía de personajes como Orson Wells o Nat King Cole, arruinándose, eso sí, pero sin dar un palo al agua. Su juicio, ya inapelable, resulta una losa para los casanovas vivos: “Los de hoy cometen un error: trabaja”.

La palabra cazafortunas, como gigoló o playboy, no suele aparecer en los diccionarios oficiales. Sí aparece seductor, donde seducción, en su segunda acepción, es “atraer físicamente a alguien con el propósito de obtener de él o ella una relación sexual” y, en la tercera, es “embargar o cautivar el ánimo”. También está presente braguetazo: que consiste en “casarse por interés con una mujer rica”, guaperas y oportunista: el de “conducta o actitud social, política, económica, etc., que prescinde en cierta medida de los principios fundamentales, tomando en cuenta las circunstancias de tiempo y lugar”.

El tipo del cazafortunas, del profesional del braguetazo o el oportunismo, a despecho de su escueta y rala información en los ámbitos académicos y eruditos es, sin embargo, un personaje de sólida caracterización en todos los mentideros de sociedad, en los teatros, la pintura o el cine. Seguramente desde antes del latino Plauto, tan experimentado y vividor. El tema Casanova, que forma ya parte del repertorio cinematográfico. En Cinco mujeres para un seductor, el director Charle Séller recupera al encantador y cínico personaje que interpretara Michael Caine en los años 60, en Alfie, ahora con el rostro más remozado de Jude Law, frente a las seducidas e impresionantes como Susan Sarandon y Jane Kradowski.

El ligón empedernido y sin escrúpulos campea de nuevo. Y todo llueve, en este asunto, sobre mojado, porque aquí el mito tiene una panoplia de figuras bien surtida: David Niven, en Mesas separadas, interpretando al falso coronel que seducía con sus mentiras a una rica viuda, interpretada por Deborah Kerr. Marcello Mastroniani en La dolce vita, de Fellini, 1960, seductor de estrellas y estrelladas. Sean Connery, en sus papeles de agente 007, personaje símbolo de la virilidad sofisticada. Dean Martin, en The Ambushers, otro encantador- embaucador con licencia para seducir o, por terminar la imposible lista, nuestro playboy nacional más castizo, Arturo Fernández, de tan dilatada travesía, como dejó visto en Las juergas del señorito, tras los recordados encantos de Teresa Gimpera y Mónica Randall. Parece que el genial Woody Allen iba a cerrar la tradición emulando a Humphrey Bogart en Sueños de seductor.

Personajes de la cruda realidad, parece que o no quedan muchos o se han reciclado en variantes irreconocibles solapados tras la prudencia o la discreción. En una encuesta entre los conversos a la prensa del corazón realizada en Chile, lo más novedoso parecía ser Paolo Bertoldo, el marido rico de Zalemita Menem, la argentina díscola del papá ex presidente, pero ahora resulta que el galán sólo posee una agencia de una marca de aceites, lo que le convierte en cazafortunas de sufrida clase media.

Seductores contemporáneos

Tampoco tenía buena opinión de los seductores contemporáneos el aristócrata y escritor español José Luis Vilallonga, que se codeó con seductores históricos, como Porfirio Rubirosa o Gunter Sach. Para Vilallonga el nivel había bajado mucho y lo que quedaba era un cierto aglomerado bastante lumpen de oportunistas, parte de una tipología variopinta que igual se mueve en los cruceros de lujo como en los despachos de transacciones bursátiles. “En España está Alejandro Lecquio, ¡fíjate si el nivel ha bajado!. A los playboys y cazafortunas de antes no les gustaba salir en los periódicos y, menos, vender sus confidencias", decía.

Tenía razón. El viejo Jacobo Casanova le contaba sus aventuras a José Emanuell de Waldstein, porque este gran señor le dejó las habitaciones de su castillo durante 13 años mientras escribió sus memorias. Y el castillo es hoy palacio museo Duchov, al norte de la república checa, a donde los turistas siguen yendo subyugados por el mito Casanova que, a fin de cuentas, sólo sedujo, según él mismo dice, a 130 mujeres. Hoy el vértigo informático y locomotriz ha revolucionado las cosas. Pero qué duda cabe de que las rondas televisivas del corazón y el solapado de los picardías al uso son mucho más rentables.

En cualquier caso, aunque esta discutida profesión esté en baja, y quizá lo esté más tras la publicación de la primera encíclica del Papa, que apunta contra los amores de esa clase que venimos hablando, tan poco espirituales mientras se apura su improbable extinción, las señoras ricas o muy muy ricas es bueno que sepan que los seductores han sido recientemente catalogados por la ciencia en tres especies principales, a saber:

– El Machista: el eficaz a corto plazo, de planta fulminante, fascinación instantánea y noviazgo récord, igualmente accidental y fugitivo, pero nunca ingenuo en el capítulo de las cuentas corrientes.

– El Caballero Valiente: una rareza social, que ya casi ni se encuentra. Réplicas modernas de los legendarios Robin Hood, D`Artagnan, Lancelot, el Conde de Montecristo, el Zorro o Bruce Lee, hijos mitológicos todos del San Jorge cristiano. “Valiente en batalla / tímido en amor”, como constata el verso de la época del amor cortés, siempre de gran efecto frente a las mujeres, para quienes “ser salvadas” por un héroe personal, a la carta como quien dice, no tiene precio.

– El Héroe Aventurero, que –a diferencia del Caballero Valiente– no lucha tanto contra el enemigo dragontesco o felón, como contra los elementos y las circunstancias fortuitas de toda naturaleza. Para ellas es el loco, pero un loco adorable y maravilloso, lo encarne o no Errol Flyn o Harrison Ford.

Que las mujeres ricas lo sepan, que quien avisa no es traidor.

El Cazafortunas nacional

Desde los cuentos de cenicientas, pasando por las románticas Sisis y hasta mujeres contemporáneas como nos muestra cada día la prensa del corazón, las cazafortunas han solido ser, casi invariablemente, ellas. Lo que no quita que las mujeres, desde la mítica reina de Tebas que correspondió al hijo-consorte Edipo, hasta la sonada boda de Athina Onassis con Doda, no ilustren otra propia y nutrida historia de herederas asediadas por los hombres.

Tampoco el mito moderno, en manos de la literatura y el cine, ha dejado de hacer su acopio con el tema. Washington Square es la única novela de Henry James de la que conoció el éxito en su vida; el tema, el conflicto clásico entre la rica heredera y el cazadotes. El director William Wyler la llevó a las pantallas con Olivia de Havilland y Montgomery Clift de protagonistas, y más recientemente hizo lo propio Agnieszka Holland en una adaptación a la que daban rostro Jennifer Jason Leigh y Albert Finney.

Pero el tema tiene savia suficiente como para brotar en cualquier terreno de la vida real. Sin ni siquiera salir del pequeño territorio monegasco –una región mitificada por los media– se pueden encontrar muestras de los dos tipos o géneros de conquista. Ella, la exquisita y delicada Grace Kelly, conquistó primero al príncipe solitario y ellas –las dos hijas malcriadas y pendonas– se dejaron luego conquistar por una veintena de cazafortunas de toda clase y condición: profesionales de la estafa, domadores, guardaespaldas, actores fracasados o simples guaperas y vividores de oficio. Con 17 años, la más joven de los tres hijos de Grace y Rainiero se quería ir a vivir con Paul Belmondo y conducir coches de carrera. Como si los padres no hubieran tenido suficiente con la historia de la otra hija con el cazadotes Philippe Junot, casado con todas las bendiciones.

Del lado de acá de nuestras fronteras, los sucesos de los cazafortunas con las herederas no son tan sonados, aunque un cronista avezado como Antonio Burgos enumera un buen plantel de casos más que sorprendentes. Tras hablar de la historia de Carmen Cervera con el barón Thyssen, de Maria Asunción Mateo a la conquista de los derechos de autor de Alberti, de Marina Castaño con Camilo José Cela, de Antonio David cuando colgó el tricornio por los amores de Rociíto Carrasco o, en otro nivel, pero no en distinta mecánica, la de Iñaki Urdangarín o de Marichalar que conquistaron la Zarzuela?

Con todo ese entusiasmo hispánico, aquí no hay el ejemplar magnífico y rutilante que se sigue viéndo fuera. ¿Qué peso específico en este género podía tener Carlos Larrañaga –a quien una autoridad del corazón mediático llama “galancito de salón de la posguerra”– con su ex mujer mártir Maria Luisa Merlo, y sus patéticas representaciones mediáticas del brazo de Ana Diosdado, de Maria Teresa Ortiz-Bau o de la penúltima de sus colegas, Ana Escribano? Otros nombres como Bertín Osborne, Pepe Sancho o Julio Iglesias no pasan discretamente del donjuán castizo. Alessandro Lecquio, incorporado de otro país latino como conde y emparentado con la realeza tiene más glamour, pero no parece apuntar a ningún braguetazo serio. ¿Qué futuro grandioso, híbrido de escalador y crápula social puede tener la providencia reservado a un ciudadano adulto que fue capaz de la expresión: “María –María Palacios- es la mujer de mi vida”?

Por cierto que braguetazo se incorporó con toda probidad al vocabulario de la Real Academia Española de la Lengua ya hace décadas, exactamente en 1974, tras una erudita recalificación terminológica de los académicos. Antes, braguetazo se reconocía sólo como “aumentativo de bragueta”. Ahora pasó a significar “hombre que por interés se casa” o “casamiento por interés con mujer rica”.

Braguetazos de Hollywood

Desde este sentido recalificado, los braguetazos en el pleno sentido de la palabra ya son menos. Desde luego la actualidad no deja de ofrecer muestras cada semana, cuando salen al mercado las revistas que tratan de estas relevancias sociales. Últimamente frecuentaba muchas portadas el culebrón entre la cantante Britney Spears y su novio, y luego marido, Kevin Federline. Kevin tiene todas las papeletas para ser un modelo típico de cazafortunas y de profesional del braguetazo. En su boda, de la que la revista US Magazine asegura haber obtenido el borrador de acuerdo prenupcial, se establece que si la pareja se divorciaba –cabían pocas dudas– la chica Spears pagaría al chico Federline 300.000 dólares al año, por un lapso equivalente a la mitad de la duración del matrimonio y que cualquier regalo valorado en 10.000 dólares o más requerirá un documento que establezca quién se quedará con él si la pareja se separa. Las precauciones nunca son extremas cuando la cantante esposa es titular de una fortuna como la de Britney, de unos 32 millones de dólares.

Y mejor es para el cazafortunas de turno dejar este asunto atado y bien atado, porque el día en que la cantante se casó sorpresivamente en Las Vegas con Jason Alexander, el matrimonio duró exactamente 55 horas. De momento ya se sabe que Kevin se quedó sin su Ferrari y con las tarjetas de crédito bloqueadas, antes de que su chica lo echara de la mansión de Malibú, que era, naturalmente, de ella. A lo más que ahora aspira el atormentado cazafortunas porrero es a una respuesta positiva de Britney: “Al menos, ¿me devolverás el auto?”

Otra boda sonada fue la de Athina Roussel Onassis y Alvaro Doda Da Miranda, él con 32 años, doce más que ella. Los eruditos de la prensa del corazón recuerdan que el abuelo de Athina, Aristóteles Onassis, se casó con la abuela, Tina Livanos, cuando ella apenas tenía 17 y él 40. Y que el primero de los cuatro matrimonios –fracasados todos– de su madre, Cristina Onassis, tuvo lugar a los 19 años con un hombre, el millonario americano Joseph Bolker, 30 años mayor. De momento, la relación de Athina con Doda duró años, más de lo que duró cualquier matrimonio de su madre Cristina y Doda, quien aseguraba que “no seré el hombre más rico del mundo, pero tengo dinero suficiente para mantener a mi mujer si fuera necesario.” Ese si fuera necesario parece más bien un globo lleno de aire y los 1.200 invitados que asistían a su boda con la chica Onassis, mientras se bebían las mil botellas de Veuve Clicquot y el sinnúmero de caipirinhas, viéndoles bailar al compás de la canción de Sinatra Fly me to the moon, no dejarían de hacerse la pregunta del millón: ¿se casa el jinete por amor? ¿será un cazafortunas oportunista?. Athina, la chica millonaria, parece que apuesta por la rutina de los bóvidos. Más le vale con un abuelo que fue un tiburón de los negocios sin entrañas y con un padre con fama de cazafortunas.

Pero ellas –las mujeres– lo saben: si son ricas, verdaderamente ricas, un día verán a su lado, nariz con nariz, a un cazafortunas. Avisadas estáis.

Cazafortunas reales

En El hombre que se acuesta con la reina, Jaime Peñafiel abordaba el tema de los príncipes consortes europeos, los grandes secundarios reales y cazafortunas reales. Con el ejemplo de Felipe de Edimburgo, siempre a la sombra de Isabel II de Inglaterra, se destapa la afligida historia de los segundones reales, cuya única misión es la de acostarse con la reina y dar un heredero a la corona. De los consortes ya difuntos, Peñafiel hacía una mención especial a modo de homenaje a los penitentes príncipes Alberto y Claus, esposos de la gran reina Victoria de Inglaterra y de Beatriz de Holanda respectivamente.

Los protagonistas del libro son, simple y sencillamente, aquellos que aceptan ser menos que la mujer y permanecer, siempre hasta la muerte, a la sombra de ella. Viviendo a cuerpo de rey sin serlo. Cumpliendo la función esencial del papel que le corresponde, sin llevar, tan siquiera, el apellido de la reina. "Sólo sirven para depositar en la vagina de la soberana el semen reproductor, como un ser intermediario entre la Institución y su carácter dinástico y la que es su esposa, su mujer".

En este libro no podían faltar los tres consortes españoles actuales, aunque el título no les sea aplicable hoy por hoy: Jaime Marichalar, el consorte bancario, hoy consejero de lujo, quien, por su manera de ser podría llamarse, también, Monpezat. Una esquela mortuoria pudo haberle hecho millonario; Iñaki Urdangarin, el consorte vasco y su olimpiada del amor, tras la que sólo él sabe cuando empezó su historia y en que momento la una empezó a dejar de ser la otra, hoy tan entre rejas casi los dos.

Y la reina Letizia, esa consorte tan especial por cuyo amor el Príncipe le dio un golpe de Estado a su padre y quien, a diferencia de los consortes varones -que nunca pasarán de ahí- se ha convertido en la mujer que tiene todo el derecho y el privilegio canónico de acostarse con el rey como esposa y como ... reina. Desde Lady Di no ha existido ninguna que haya concitado mayor interés para muchos españoles. Por su biografía, por su personalidad y por su familia.

Los galanes más perseguidos

Son los galanes más perseguidos: tienen sex appeal, carisma, talento, enormes cuentas bancarias y una adicción por las mujeres que les dificulta decidirse por una sola.

En materia de mujeres, ellos siguen al pie de la letra el dicho que recomienda: “en la variedad está el gusto”. Estos hombres conocidos con el apodo de palyboys se dan una vida de lujo. Pueden conquistar a la mujer que se les antoje y le tienen pavor al compromiso; se pasan la vida entera de conquista en conquista, pero no hay quien los amarre. En algunos casos han hecho el intento de casarse, mas no les ha funcionado y se la viven entre bodas y divorcios. En la historia de Hollywood la lista de casanovas u hombres afamados por sus aventuras amorosas es bastante extensa. Estas son frases famosas pronunciadas por algunos de los más populares que siguen haciendo de las suyas y algunos de los que ya pasaron a mejor vida, pero dejaron más de un corazón roto.

– Colin Farrell: “Me he enamorado tres veces en mi vida. Nunca me enamoraría de alguien que estuviera detrás de mi imagen, pero si me tropezara con esa persona un día que yo tuviera ganas de sexo casual, aprovecharía”.

– George Clooney: “No me volveré a casar jamás. No voy a tener hijos. No quiero ser el responsable de complicarle la vida a otra persona.” Ya ven ahora...

– Hugh Grant: “No siento la presión de casarme. Disfruto muchísimo de mi soltería”. Mejor haber estado calladito

– Warren Beatty: “What´s new Pussycat?”

– Frank Sinatra: “Jamás bosteces delante de una dama. Te deben gustar las mujeres inteligentes. Cuando salgas en una cita, no debe ser un concurso de miradas”.

– Marcello Mastroianni: “No soy un adicto al sexo”.

– Marlon Brando: “No creo que ningún hombre sea monógamo por naturaleza". El lo demostró con creces.

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